12 de abril, 2023

Erupciones volcánicas 

¿Predecir lo impredecible?

Una mañana invernal del 4 de junio de 2011, el volcán Puyehue-Cordón Caulle inicia una erupción con la energía de 70 bombas atómicas. Sus cenizas se esparcen masivamente, los pueblos cercanos son evacuados, las carreteras son intransitables y se cancelan cientos de vuelos. Sin embargo, su erupción no fue sorpresiva. El volcán empezó a manifestar señales de actividad a partir de abril de ese mismo año, enjambres de sismos que fueron creciendo en frecuencia e intensidad llegando a más de 300 sismos por minuto a principios de junio: la erupción era inminente. Este tipo de señales son las que se utilizan para monitorear la actividad de los volcanes con la intención de poder predecir su erupción y estar preparado para cuando ocurra.

Figura 1. Erupción del volcán Cordón Caulle el 5 de junio de 2011. 

Créditos fotográficos: Claudio Santana

La predicción de erupciones volcánicas representa todavía, para muchos volcanes del mundo, un problema científico a resolver. Al día de hoy, se ha avanzado mucho en las técnicas de monitoreo de volcanes (medición de sismos, observaciones con imágenes de satélite) y se puede tener un panorama preciso de su actividad a tiempo real. Sin embargo, aún no se puede hacer una predicción precisa de cuándo va a ocurrir la erupción o, al menos, en tiempos aceptables para el humano. ¿Por qué?

Existen señales que indican actividad volcánica, como pueden ser sismos evidenciando el movimiento de magmas (es decir, roca fundida que se encuentra debajo de los volcanes, Fig. 2), la deformación de la superficie del volcán o la emisión de gases. En el ejemplo del volcán Puyehue, presentó las señales y al poco tiempo entró en erupción. Sin embargo, la presencia de estos signos no siempre se traduce en una erupción volcánica. Hay veces que un volcán presenta todos los signos esperables antes de una erupción y esta no ocurre. En cambio, otras veces, la erupción sucede de manera repentina sin presentar las señales esperadas, o bien es gatillada por un evento externo e impredecible como un un terremoto ajeno a la actividad volcánica. Por ejemplo, el caso del volcán Rabaul, Nueva Guinea, presentó señales de actividad en los años 1984-1985, mientras que, al momento de la erupción, en septiembre de 1994, sólo se detectó algo de actividad menos de un día antes. 

Figura 2. Señales de actividad volcánica

Hay muchas evidencias geológicas que nos brindan información sobre el comportamiento de los volcanes y existen múltiples señales antes de la erupción, pero no se puede saber con certeza el tiempo exacto en el que va a ocurrir, y el tiempo lo es todo a la hora de estar preparado para una catástrofe. Una gran fuente de información acerca de la actividad volcánica, son las erupciones pasadas. Esto nos brinda gran información sobre el comportamiento de un volcán. es decir, cuán frecuentemente hace erupción, si ésta es violenta o no y su tamaño. Sin embargo, muchas erupciones parecen ocurrir en modo absolutamente casual, sin una “memoria” aparente de lo que fue el comportamiento pasado del volcán.

El impedimento de realizar una predicción fehaciente en la mayoría de los volcanes del mundo es una invitación a la continua investigación para poder encontrar esas incógnitas y variables que desconocemos y que tienen el potencial de generar grandes erupciones. Sin embargo, hay esperanzas en el horizonte. El surgimiento de nuevas tecnologías permite a vulcanólogxs combinar inteligencia artificial con técnicas de monitoreo aumentando el potencial de observar en simultáneo muchos volcanes y eventualmente aumentar las probabilidades de predecir erupciones. 

Esta entrada es producto del trabajo de les Coquites Cohorte 2 durante el programa CoCo 2022- 2023